He decidido escribir acerca de “él” y sus “asociaciones celestiales” para una próxima ocasión. Para esta ocasión prefiero un tema en donde encuentro más cosas positivas (sólo un poco más) que negativas.
En lo que llevo como estudiante de la Facultad de Medicina, he notado que existen dos tipos de comunicadores de conocimientos. El primero, el profesor, que se limita a llegar al aula, exponer el tema del día, dejar alguna asignatura y retirarse, para luego regresar en su próxima clase y repetir lo anterior. Se convierte en un ciclo que, si bien para el estudiante termina al final del semestre, para el profesor termina cuando no quiera dictar más clases en su vida. De tal manera que se perpetúa un ciclo, largo y tedioso para todos los estudiantes, largo y perjudicial para una facultad.
El estudiante termina detestando el sistema de la facultad. Solamente ve obstáculos y profesores que inspiran poco o nada y deprimen mucho. Muchos estudiantes, entonces, pueden pensar que el profesor carece de habilidades para transmitir conocimientos, para inspirarlos, pero puede que sea un buen investigador. ¡Qué lástima! Como es bien conocido, en Panamá, aquel que investiga es de lo más exótico que se pueda encontrar. Son pocas las instituciones que dedican un fondo considerable a la investigación y, por lo tanto, no existe mucho campo para ellos. Por suerte, la situación puede estar mejorando un poco, pero para que exista un cambio real, es necesario invertir algo real. Si supiera todo mundo lo que destina la Universidad de Panamá a la Facultad de Medicina para la investigación, se darían cuenta que con eso no se puede comprar ni una caja de tubos de ensayo (no es una exageración).
Las grandes universidades del mundo forman grandes mentes, no tanto porque los profesores enseñen algo distinto a los de aquí, sino porque tienen enormes fondos destinados a la investigación, gracias a donaciones, apoyo gubernamental, etc. Aún así, cuentan con profesores con más pedagogía, más ganas de enseñar y que inspiran más, facilitando el aprendizaje de los estudiantes e inspirándolos a ser mejores. Hoy en día, una universidad que no investiga, deja de ser universidad para convertirse en una escuela que transmite conocimientos.
Existe el otro tipo de transmisor de conocimientos, el maestro. Para ser un transmisor de conocimientos de medicina debería ser necesario ser un maestro, no un profesor, y aun más en países como Panamá. Un maestro es un profesor que inspira a sus estudiantes, transmite sus conocimientos de una forma didáctica, con energía y dedicación absoluta, con la misión de dejar en el estudiante más que simples conocimientos que adquirió al leer un libro o tomar un curso. Un maestro deja en sus estudiantes su experiencia, los respeta y los toma en cuenta, les aconseja y les trata con el más alto grado de humanismo, recordando siempre que está formando personas que deben recibir dicho trato, para así dar ese trato a sus futuros pacientes. Por lo tanto, me percato que la queja del trato de un médico puede ser un problema mucho más profundo de lo que se cree. Es similar a quien dice que cada uno es como es en su casa.
Por suerte, he tenido algunos profesores que cumplen con los últimos requisitos. Han sido los suficientes por ahora, al menos para mí, para formarme como un estudiante que se preocupa por los demás, que espera poder ser diferente, aspira a lo más alto y que encuentra en la medicina , el estudio y los libros, una forma de conectarse a lo objetivo y racional.
Tomar una maestría o un curso de pedagogía, no debería ser el único requisito para ser un transmisor de conocimientos en una facultad. Al leer sobre los transmisores de conocimiento del pasado, he podido percatarme que también existían maestros sin tener dichas maestrías. Veo algunas cosas positivas últimamente, pero pienso que para solucionar tantos problemas hace falta un cambio en lo más profundo del sistema, un cambio de actitud de las autoridades, administrativos y profesores, así como un cambio en los estudiantes. Hasta que eso no ocurra, no existirá un verdadero cambio.
1 comentario:
Nunca me habìa puesto a pensar la diferencia entre maestro y profesor. No sòlo basta con una persona capaz y proactiva, no sòlo basta con alguien que actualice sus conocimientos, hace falta el buen ejemplo y la propiedad para hablarle a sus oyentes.
Mi facultad es de Derecho, acà en Chiriquì la enseñanza consiste en "haz lo que digo, no lo que hago". Es una verguenza.
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