martes, 10 de febrero de 2009

Agrupaciones “Celestiales” Afectan a mi Facultad

Estudiantes descuidan sus estudios y son engañados

A lo largo de los últimos cuatro años, he tenido la oportunidad de compartir tiempo de estudio con quienes no dudo son algunos de los estudiantes más brillantes del país, o como bien dirían algunos maestros, “la élite intelectual.” Antes, para ingresar a la Facultad de Medicina de la Universidad de Panamá era necesario responder a preguntas sobre Shakespeare y otros escritores y filósofos. Dichas entrevistas eran realizadas por altas autoridades de la facultad que tomaban un tiempo para garantizar una elevada calidad de estudiantes. No sugiero que este tipo preguntas sean las correctas, pero al menos había una entrevista, había interés por saber más del estudiante que pretendía ser médico. Aunque debo admitir que aquellos tiempos, en que se pensaba que un estudiante de medicina era un individuo capaz de responder a todo tipo de cuestionamientos (salud, educación, política, etc), han pasado a la historia en gran parte. Por suerte, siempre quedan pocos que aún conservan esas cualidades y demuestran, al menos, interés en conocer sobre otros campos.

He notado algo interesante durante los dos últimos años. Estoy preocupado por lo que le sucede a ciertos estudiantes de medicina. Estoy preocupado porque he visto como diferentes agrupaciones religiosas, sectas, ministerios, asociaciones, llámelos como quiera, han tomado control de muchos estudiantes de mi Facultad. Digo mi Facultad porque no tengo evidencia que sugiera que influyan en una proporción sustancial de estudiantes de otras universidades o facultades. Dichas agrupaciones se caracterizan por tener un líder (que usualmente se denomina como un enviado de Dios) que dice tener la capacidad de contactar a Dios, hablar con Dios y que le responda (literalmente, al mejor estilo de Mr. Bush). Este individuo (en adelante se llamará “él”), que preferiblemente no debe formar parte de la facultad, se encarga de manipular mentalmente a sus “seguidores” influyéndoles temor al “revelarles” un trágico acontecimiento que sucederá, según él, en un futuro cercano. Él se aprovecha de la inclinación extremista o de la inocencia del estudiante para despistarlo y engañarlo para que siga su paso para una supuesta salvación.

Casualmente tuve la oportunidad de toparme con un “él” que en una conversación muy seria me dijo que Dios le había dicho que un curso, que pretendíamos dictar mi mejor amigo y yo, tenía que realizarse en una fecha establecida y que de no ser así no debía realizarse. Sin duda, Dios le había hablado (y aparentemente le habrá dicho “róbate la idea y engáñalos”). ¡Qué suerte la mía al toparme con un “él” y así confirmar mis temores! Me dijo que estaba perdido, porque no conocía su palabra y no seguía sus creencias, que no sabía de qué me hablaba. ¡Qué perdido estaba!

Cuando me dirigía a mi facultad, unos días antes de entrar a mi primer día de clases, un taxista me preguntó si era verdad que muchos de los estudiantes de medicina son agnósticos o es que a lo largo de los años dejan de creer en Dios. No supe responderle en ese momento, pero ya tengo la respuesta. Es todo lo contrario, el fanatismo ha llegado a mi Facultad y cada vez crece más. Preocúpese por los fanáticos, los predicadores que engañan (como en Estados Unidos y otros países donde han sido investigados) y algunos de los futuros médicos (muchos ya graduados) a los que hay que temerles. Un día le dirá que lo siga en su creencia para sanar su malestar. ¡Qué me protejan! Yo espero no levantarme en una sala de emergencias y ver a uno de ellos tratarme.

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